martes, 7 de septiembre de 2010

De roturas de ecosistemas y comportamientos epicúreos.

Perreo estival elevado a la enésima potencia. Con esta línea puedo resumir mis últimos dos meses.

Tras el IM, entre calores, bajón físico, desmotivación y deudas pendientes con la familia, apenas dos salidas en bici. De las de llegar seco y retostao tras horas penando. Durante las vacaciones asturianas, placenteras rutas a ritmo pausado, algún trote suave y alguna que otra brazada playera. Disfrutando plenamente de paisaje, clima, comida, prole y descanso; hasta llegar a encontrarme bien. De vuelta a las rutinas laborales, poco o nada; un día de trote y dos de bici en algo más dos semanas hablan por sí solas. El no tener nada en mente (zanahoria), para un tío como yo que tiende al tocobolo, cerveceo, tapeo y demás placeres mundanos, tiene las consecuencias que todos sabemos.

Este año - o curso, o temporada - va a ser muy distinto. Un cambio laboral, que en ciertos aspectos es para mejor y en otros para peor, ha roto de cuajo todas mis rutinas. Por decirlo brevemente, se me han acabado esos lujos de correr viendo amanecer, o de dar pedales algún día a mediodía. Se intentará, pero este año - a día de hoy - está complicado.

"Asín de que" el Macario, amante de espacios abiertos y renegado de los cerrados... se ha apuntado a un gimnasio. Pero no a uno de esos de barrio -que no los hay en esta puta zona donde tengo la suerte de currar-, a uno pijo bien pijo; de los que tienen jacuzzi, 900 bicis estáticas, 1800 cintas, etc. A ver como me adapto, con lo que me gusta a mí echar los mocos a mi diestra cuando deambulo en mis trotes matinales.

Veremos como "incrusto" los sudores en el día a día, a ver si es posible plantearse hacer algo motivador a lo largo del año.